sábado, 5 de julio de 2008

Rusia siglo XX


Rusia Siglo XX
José Antonio Hernández Guerrero

No me extraña que, como me confirma María de los Ángeles Delfín, los numerosos visitantes –los que vienen expresamente desde diferentes ciudades españolas o los turistas que permanecen escasas horas en nuestra Ciudad- coincidan al expresar su sorpresa -y algunos de ellos su entusiasmo- por la “feliz oportunidad” de conocer, de admirar y de disfrutar con esta colección de obras pictóricas de artistas rusos del siglo XX.
Gracias al trabajo, apasionado, tenaz y riguroso, de Dolores Tomás y a las relaciones de amistad de esta mecenas y coleccionista con los autores de los lienzos, esta muestra, ubicada en el Castillo de Santa Catalina, nos proporciona el conocimiento de una serie de pinturas rusas que, a juicio de Matías Díaz-Padrón, Director Técnico y Conservador Jefe del Departamento de Pintura Flamenca y Holandesa del Museo del Prado, llena un periodo apasionante y excepcional.
A través de los diferentes temas y de los diversos estilos de estas 125 obras al óleo de cincuenta y siete autores, disfrutamos –valoramos y sentimos- con escenas de la vida cotidiana de los rusos en aquellas circunstancias tan difíciles tras la Revolución de 1917, y podemos apreciar las orientaciones que siguen las corrientes artísticas que, alejadas de los estilos que se cultivan en la Europa Occidental, y a pesar de las dificultades, se desarrollan en los estudios de los creadores bajo las pautas impuestas por la política soviética.
En esas tres salas hemos contemplado obras que nos hablan de obreros y de campesinos, de bodegones y de flores, de escenas de hombres que labran la tierra o que acuden a la guerra, de mujeres humildes que recogen sandías, riegan o pintan el tejado, cuyos rostros nos hablan de sufrimiento, de trabajo y de resignación, de niñas y de niños que leen, dibujan o trabajan en el campo, de paisajes de amplias estepas, de frondosos bosques, de montañas y de valles.
Hemos comprobado cómo, a pesar de que muchas de las pinturas son realistas -siguiendo las consignas políticas que imponían la obligación de que el arte se utilizara como instrumento al servicio del pueblo- también se realizan otras obras que, con claros rasgos impresionistas, plasman la luz y atrapan el instante, sin marcar los detalles, y que, como por ejemplo la “Playa” de Alexandr Fomkin (1924), o “Un día verde” de Pior Zverlvski (1942) emprenden un retorno al impresionismo asumiendo el ímpetu emocional del pueblo llano y reflejando con ternura diferentes imágenes de la vida cotidiana de un país que trabaja, sufre y calla.
Durante esta grata vista he reflexionado sobre esa permanente tentación de algunos políticos que, mediante prohibiciones y amenazas, o a través de dádivas y de subvenciones, pretenden cortar las alas de la libre inspiración y hacer que los artistas se conviertan en sus entusiastas pregoneros. Reconocemos, sin embargo, que el fomento de las artes constituye uno de los cometidos ineludibles de los poderes públicos y de las instituciones sociales, quienes, además de otras tareas, han de estimular el esfuerzo personal para lograr un aceptable grado de educación cultural y de gusto artístico.
Pero lo que más me ha llamado la atención en esta placentera visita ha sido el entusiasmo con el que un nutrido grupo de alemanes, ante el cuadro titulado “La lluvia en el bosque”, de Igor Sushenok (1964) comentaba la intensa luz que se reflejaba en el húmedo suelo. Poco a poco vamos comprobando cómo la cultura, además de alimentar nuestro espíritu, es el exponente más explícitos del nivel de bienestar de una sociedad.



han de ser saludables, nutritivos, apetitosos y, también, gratos al olfato, a la vista y, por supuesto, al paladar.







Los artistas iniciaron el siglo entre innovaciones de influencias cubistas, futuristas y expresionistas mientras se reforzaban los principios de un renacimiento ruso. Pero domina en la exposición el impresionismo. se produjo un regreso al impresionismo". Esta muestra contribuye a consolidar Cádiz como ciudad de encuentro del mundo ruso e hispánico.

El Museo de Bellas Artes Gravina (Mubag) de Alicante acoge entre mañana y el 6 de julio una exposición de pintura de 46 "grandes maestros" rusos posteriores a la Revolución de 1917 que son desconocidos por el gran público de los países occidentales . Se trata de parte de la colección privada de Dolores Tomás, que trata de realizar un "recorrido por las muy diversas escuelas de los grandes maestros" durante la etapa soviética, entre ellos, Serguei Martynov, Mikhail Batov, Piotr Litvinsli, Alexei Borodin, Vdim Velichko, Vladimir Stroyev y Aron Buj, conocido como el Van Gogh ruso.En la muestra se reflejan expresiones vanguardistas en un retorno al impresionismo asumiendo el ímpetu emocional del pueblo llano, al tiempo que se reflejan con ternura imágenes de la vida cotidiana. Algunos de estos pintores fueron relegados a la sombra por su independencia a la autoridad oficialista, lo que se refleja en la exposición.


La exposición, en la que se podrán contemplar 204 pinturas al óleo pertenecientes al período 1911-2000, escogidas entre las casi 3.000 obras que componen la colección del mismo nombre

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