viernes, 11 de julio de 2008

Mutis mutandi


José Antonio Hernández Guerrero

“Hay que ver –me comenta Salvador- lo poco conocido que es Jesús Micó en Cádiz y lo reconocido que es en el resto de España y en parte el extranjero. Gracias a él –a su prestigio, a sus conocimientos y a su amistad con los fotógrafos artistas más importantes, nos resulta posible montar estas exposiciones”. Animado por los comentarios de este Técnico de Gestión Cultural del Vicerrectorado de Extensión Universitaria de nuestra Universidad, en esta ocasión he visitado la exposición instalada en la Kursala, esa salita en la que, periódicamente, podemos disfrutar contemplando obras plásticas contemporáneas que nos ponen al tanto de las corrientes más actuales.
Jesús Micó, comisario de esta muestra con la que se rinde un homenaje al botánico y matemático gaditano José Celestino Mutis (1732 - 1808) es también un científico, un técnico, un investigador, un humanista, un artista y, en resumen, un intelectual. A partir de sus conocimientos médicos del cuerpo y de la mente, se deja guiar a través de los senderos de la imaginación con el fin de explorar las esencias y llegar al fondo de las cosas. Está convencido de que la contemplación serena de las imágenes que representan a los seres vivos, nos descubren los latidos de la carne y las voces del espíritu.
Si recordamos que Mutis, además de Física, Química, Botánica y Medicina, obtuvo los títulos de Artes, Filosofía y Teología, es fácil llegar a la conclusión de que esta exposición de fotografía constituye la explicación gráfica de la actualidad del mensaje que su vida y su obra nos siguen transmitiendo: que el progreso humano, asentado en la razón y en el trabajo, está orientado por principios éticos y alentado por aspiraciones estéticas. Contemplando estas sugerentes imágenes, llegamos a la conclusión de que vivir la vida es sentirla y compartirla con sencillez, con naturalidad y con autenticidad: como una conducta, como una tarea y como un compromiso con la naturaleza.
En esta exposición que, sin duda alguna, logra elevar estéticamente la figura de Celestino Mutis, Cesc Moliné, con su retrato nos demuestra cómo en la mirada humana se concentra las ansias de penetrar en el fondo oculto de los demás seres animados e, incluso, de dotar de vida a los inanimados, Aleix Plademunt cuestiona las relaciones entre el ser humano y el paisaje, Carma Casual muestra su fascinación por la exquisita intervención del paisaje realizada en los clásicos jardines reales de la Francia prerrevolucionaria, José Manuel Varela nos descubre una situación física en la que es la Naturaleza la que irrumpe en la civilización, Manuel Pérez Pavón contempla resignadamente el triste porvenir que nos aguarda ante la pérdida del mundo vegetal, Óscar Molina nos estimula para que descubramos la idea de tiempo que encierran los espacios atrapados por las fotografías, Luciana Crepaldi nos propone una imagen en la que integra botánica y anatomía, y, finalmente, Toni Catany nos ofrece la serena hermosura de los seres que ya han cumplido su ciclo vital.
Estos documentos son unos fragmentos autobiográficos que, además de la información que nos transmiten, son unas propuestas imaginarias que nos proporcionan una inagotable fuente de sensaciones placenteras, de contradictorias emociones e, incluso, de sorprendentes pensamientos. Y es que la fotografía además de ser un instrumento dotado de notable utilidad para la investigación científica, constituye también un lenguaje artístico provisto de singular capacidad para describir y para interpretar el significado íntimo de los sentimientos humanos.


sábado, 5 de julio de 2008

Cádiz Arte 08 Contemporáneo




José Antonio Hernández Guerrero

“Es posible que los ocultos designios de los hados o una prodigiosa confluencia de los astros sean los culpables de una velada tan maravillosa como la que aquí estamos disfrutando. La belleza de este incomparable marco, el suave cambio de luces de este crepúsculo, la delicadeza y la transparencia de esta música de jazz constituyen, sin duda alguna, la atmósfera más adecuada para recrearnos con las mejores creaciones de nuestros artistas actuales”. Estas palabras de la galerista Carmen Carmona, comisaria de la exposición Andalucía, galerías y artistas, definen, a mi juicio, la grata impresión que los demás asistentes experimentamos en la inauguración de esta iniciativa conjunta del Ayuntamiento de Cádiz, de la Consejería de Cultura, de la Obra Social de Cajasol en el Castillo de Santa Catalina.
Esta reunión de obras de galerías gaditanas, a las que se han sumado las principales salas de las demás provincias andaluzas, ha demostrado el creciente interés que el arte contemporáneo despierta en nuestra Ciudad y, en consecuencia, nos ha convencido de la necesidad de contar con un centro permanente de exposiciones de arte contemporáneo.
Además de contemplar el amplio panorama de las creaciones de unos artistas tan reconocidos como, por ejemplo, Chema Cobo, Fernando Baños, Javier Flores, Pedro Fernández Pujol, María Cañas, Judas Arrieta, Paco Lora, Inmaculada Salinas, Jesús Micó, y al mismo tiempo que advertía cómo esas obras, sin afán representativo, filtraban la realidad a través de la subjetividad de sus creadores, he prestado especial atención a los jugosos comentarios que hacían los visitantes, una minoría, quizás tan amplia como la de la poesía.
Si unos admiraban la sencillez de unas líneas elementales, libres y liberadoras, otros, por el contrario, se extasiaban ante la complejidad casi orgánica de las composiciones graficas. En un nutrido grupo de jóvenes se comentaba las ocurrencias aparentemente casuales de unos apuntes instantáneos, mientras que, junto a ellos, unas señoras señalaban de forma visible las variaciones rigurosas de unos dibujos que algunas interpretaban como “eclosión de garabatos”. No hay duda, sin embargo, de que estos esbozos, además de estimulantes generadores de sensaciones, de sentimientos y de ideas, constituyen las mejores demostraciones de la rica realidad íntima de los artistas y, quizás, las revelaciones de las secretas emociones que despertaban en algunos de los visitantes.
En esta amplia muestra hemos podido comprobar la calidad y la coherencia de las diferentes propuestas cuyo denominador común es, a mi juicio, la fecunda exploración de las diversas sendas por las que se puede llegar a una síntesis entre los múltiples lenguajes artísticos, entre el dibujo, la fotografía, la pintura, la escultura e, incluso, la literatura.
En mi opinión, este amplio panorama nos explica y nos ilustra unos conceptos que, aunque los manuales los definen teóricamente, si pretendemos interpretarlos y valorarlos adecuadamente necesitamos comprobarlos mediante la contemplación atenta de unos ejemplos tan persuasivos como los que aquí están expuestos. En este recinto mágico hemos averiguado la hibridación, el eclecticismo, la mixtificación y la mezcolanza de unos trazos que tanto tiene que ver con los cambios los sociológicos, políticos, económicos y culturales que experimentamos en el tiempo actual.

Cantiñas


Cantiñas
José Antonio Hernández Guerrero

Acabo de recibir con alegría y con gratitud la edición de las cantiñas que ha preparado Antonio Murciano y que canta Mariana de Cádiz, acompañada de las guitarras de Antonio Carrión, Pascual de Lorca, Juan Diego de Luisa, con la colaboración especial de Paco Cepero. Esta antología de los cantes característicos de nuestra costa atlántica gaditana constituye, a mi juicio, una aportación definitiva a la discografía especializada y una fuente inagotable para el estudio comparativo –temático y estilístico-, de estas manifestaciones artísticas tan similares y, al mismo tiempo, tan diversas como es el conjunto de cantes de la Bahía.
Gracias a esta serie tan variada de formas literarias y de esquemas musicales, cuyo denominador común es el ritmo, los aficionados, los profesionales y los estudiosos, al mismo tiempo que se deleitan, pueden identificar los rasgos que caracterizan a cada uno de los cantes rítmicos gaditanos que están englobados bajo la denominación genérica de “cantiñas”.
El rescate que durante largos años ha llevado a cabo Antonio Murciano -poeta, investigador y, como afirma María del Carmen García Tejera, el genuino "porta voz", portador de esa voz colectiva de todos los que nos llamamos y sentimos gaditanos- nos proporciona unas piezas que, perdidas u olvidadas, forman parte de nuestro patrimonio cultural. Antonio Murciano es un flamencólogo en el sentido más auténtico y más creativo de esta función: cuando indaga datos históricos, formula hipótesis o valora rasgos artísticos, ennoblece el flamenco y dignifica a los flamencos. Su interpretación de estos ecos profundos y ancestrales constituye la mejor explicación de sus contenidos mágicos. Su servicio mediador ha contribuido definitivamente para que cada uno de los cantes alcance la cualificación estética que merece y para que los cantaores ocupen el lugar preciso que le corresponde.
Especialmente acertada ha sido la elección de la cantaora/artista Mariana de Cádiz, una mujer cuya voz, dotada de una enorme amplitud de registros, de una extraordinaria intensidad y de una extensa variedad de matices, es especialmente apta para decir las diferentes modalidades de cantiñas como las alegrías, las romeras, el mirabrás, los caracoles, las jotillas de Cai, la peregrina o la Rosa. Su excelente voz, su considerable técnica moduladora y su fino oído se ajustan a la exquisitez, a la fragilidad y a la finura de unos cantes que, depurados por la transparencia y por la luz del cielo de esta Bahía, por el ritmo melódico de las olas de estos mares y por el fino sabor de la sal de sus salinas, se definen por su rica melodía y, a veces, por su variada armonía.
No olvidemos que el flamenco –el cante, el baile y el toque- posee, sobre todo, el valor de las realidades naturales y el atractivo de los fenómenos elementales. La belleza del flamenco, como la de una piedra o la de una gota de agua, es natural y elemental; está, por lo tanto, más próxima a la hermosura de un paisaje que al valor de un cuadro o de una sinfonía. De la misma manera que una montaña o un árbol adquieren significado estético cuando la mirada y el pincel de un pintor los recrea, el flamenco descubre altura de su nivel artístico cuando un crítico dotado de sensibilidad -de paladar- revela sus misterios y calibre sus calidades. Escúchenlos y ya verán cómo estos cantes de Cádiz, renovados, rejuvenecidos y enriquecidos, poseen aroma, vibración y chispa.

: constituye un ejemplo señero de la simpatía, del rumbo, del tronío de esta tierra que canta y baila su alegrías y sus penas, sus amores y sus desengaños..

además tan popular por su simpatía, por su dominio de numerosos estilos, especialmente de y los tanguillos de esta tierra, las variadas matizaciones melódicas de su excelente voz que está enriqueciendo los cantes con melodías y con letras elaboradas -composiciones de poetas cultos.


rescatando a lo largo de los años un considerable número de cantiñas, algunas conocidas, y con unos criterios funcionales y de carácter didáctico, las ha ido ordenando hasta lograr una completa, que se convierte en obligada fuente de consulta. .
Realmente, lo que los diferencia son algunos matices, y éstos determinan la naturaleza de cada uno de ellos. Antonio Murciano, uno de los más veteranos especialistas. Para llevarla a cabo, Murciano ha escogido con acierto la voz luminosa de Mariana de Cádiz, máxima exponente del flamenco de esa tierra
En Cádiz, por el contrario, las letras se renuevan y se enriquecen continuamente y muchas de ellas están firmadas por poetas conocidos y reconocidos como, por ejemplo, José Luis Tejada, Antonio Murciano, Manuel Ríos Ruiz, José Caballero Bonald, Fernando Quiñones, Pilar Paz Pasamar, Alfonso "El del Gaspar".
Requiere términos de comparación humana, cotejos entre modelos renovables. La gracia coquetea con los aires nuevos, requiere blandura de horizontes, dinamicidad portuaria, para su mejor granazón de sorna e ironía. El cante flamenco, tras respirar los aires gaditanos se enriqueció con una mayor dosis de gracia, de melodía y de arte y, adquirió, sobre todo, suavidad rítmica, dulzura melódica y transparencia armónica. La ciudad de Cádiz, que se define, como es sabido, por su situación geográfica, por su carácter marino y por su antigüedad trimilenaria aporta al arte y a la vida una singular distancia ­crítica y un peculiar sentido de humor­.
La antigüedad de Cádiz determina una actitud distante, irónica y relativizadora frente a la vida que late, bulle y transcurre. Esta postura vital y estética es también, en gran medida, efecto de su configuración urbana, de su constitución social y de su singular historia: su manera de contar los acontecimientos es la forma propia de un pueblo antiguo que está recostado al borde de una orilla atlántica. Esta situación geográfica e histórica también ayuda a explicar su peculiar sentido del humor: la gracia posee una progenie marina, pide el mar, necesita de la plasticidad renovada de las cosas y de los seres,­ se desarrolla con los aires nuevos y se renueva en la blandura de los horizontes y en la dinamicidad portuaria.
La musicalidad. si poseen, sobre todo, compás, los cantes de Cádiz Los cantes de Cádiz poseen suavidad rítmica, dulzura melódica y transparencia armónica el cantaor ha de tener, además de sentido rítmico, además de compás, buena voz y buen oído.







YAZIRAT QADIS


YAZIRAT QADIS
José Antonio Hernández Guerrero

Hemos de reconocer que, a pesar de los valiosos trabajos de investigación que, en los últimos tiempos, están llevando a cabo especialistas tan cualificados como, por ejemplo, los profesores Pedro Martínez Montávez, Juan Abellán Pérez, Fernando Nicolás Velázquez Basanta y Joaquín Bustamante Costa, las huellas culturales que la civilización islámica estampó en nuestra ciudad son menos conocidas que las que grabaron otras culturas como la fenicia o la romana. No podemos olvidar, sin embargo, que nuestras costas constituyeron, durante más de cinco siglos, un enclave privilegiado en la época islámica tanto en las actividades militares como en los intercambios comerciales.
La exposición que -diseñada por Carlos Crespo- acabo de visitar en el Museo de Cádiz, titulada YAZIRAT QADIS -Isla de Cádiz-, me ha proporcionado la ocasión de conocer una época tan dilatada y tan importante de nuestra Ciudad y me ha brindado la oportunidad de reflexionar sobre los cauces que deberíamos abrir -en estos momentos de intensificación de los conflictos religiosos- con el fin de evitar ese temido choque de civilizaciones cuyas demoledoras consecuencias serían irremediables.
Este ameno e instructivo recorrido a través de recreaciones y de maquetas, que he seguido guiado por el audiovisual introductorio, me ha permitido indagar sobre la ciudad islámica cuando Cádiz pertenecía a ese recoleto distrito de Sidonia –el actual barrio de El Pópulo-; me ha facilitado el análisis de la vida religiosa, centrado en la mezquita situada en la actual Catedral Vieja, y me debería servir de estímulo para el estudio del comercio, a partir de los restos que nos ofrecen los hallazgos de la arqueología subacuática y del examen de los utensilios que nos ilustran sobre la vida cotidiana de la sociedad islámica a través de juegos de niños o de las vajillas con las que comían o cocinaban.
La contemplación de estos objetos hallados en el subsuelo de la Bahía, conservados en las pinacotecas de Cádiz y San Fernando, e interpretados por Francisco, Padilla, especialista en cerámica islámica, nos invita para que realicemos un apasionante viaje a una civilización que pervive en algunos restos materiales de los barrios de El Pópulo o de Santa María y que laten en esos pliegues íntimos de nuestra conciencia, en esas palpitaciones intensas que determinan muchos de nuestros comportamientos familiares y ciudadanos.
En mi opinión esta muestra se podría completar con una serie de trabajos de divulgación en los que nos expliquen la influencia de la cultura islámica en la lengua, en la literatura y en la cultura tanto la más elaborada y como la popular. En vez de seguir remachando con terquedad en los rasgos que nos distancian deberíamos buscar e identificar las características universales subyacentes en ambas tradiciones. Ésta sería una senda por la que pudríamos acercarnos a esa comunidad global de la cooperación para, al menos, colaborar en la disminución de las carencias y de los sufrimientos.
A mi juicio, deberíamos tener más en cuenta la riqueza cultural, científica, económica y artística de la que, en cierta medida, somos deudores. Nuestra lengua e, incluso, nuestra literatura, ponen de manifiesto hasta qué punto el estudio de este patrimonio es una tarea inaplazable para deshacer peligrosos perjuicios raciales, para comprendernos a nosotros mismos y para entablar unas relaciones más respetuosas y una colaboración más fructífera.

Victoria Martín de Campo





Victoria Martín de Campo
José Antonio Hernández Guerrero

Las reflexiones sobre los episodios históricos y, por supuesto, los análisis de las obras artísticas, además de proporcionarnos informaciones interesantes sobre la manera de interpretar la vida humana nuestros antepasados, nos arrojan abundantes luces sobre nuestra cambiante -progresiva- forma de pensar, de sentir y de comportarnos. Esos testimonios, aunque estén distantes, encierran las raíces y las claves de los problemas más importantes que nos plantea la actualidad. El pasado nos importa porque, en la medida en que nos descubre y nos explica nuestra situación actual, nos ayuda a seguir creciendo. Éste fue el objetivo que se propuso Rosa Regás en sus comentarios sobre el Autorretrato -dotado de “infinita sencillez y sobriedad”- de la pintora gaditana Victoria Martín de Campo, que se exhibe en el Museo de Cádiz.
Con su lenguaje claro, directo e incisivo, la escritora catalana -“mujer apasionada, irritable, libre, batalladora y de lágrima fácil”, en palabras de su presentadora, Ana Rodríguez Tenorio- aprovechó la oportunidad para exponernos su juicio sobre la sociedad machista, injusta e inhumana, de entonces y de ahora. Nos explicó las razones por las que esta artista, que nació en 1784 y falleció en 1869, a pesar de ser mujer educada para ser madre, esposa o amante, fue capaz de ser pintora. La esmerada educación de esta artista -que, a pesar de su notable talla intelectual, no es suficientemente conocida por la historia ni reconocida por la crítica especializada- fue posible gracias a la confluencia de tres factores que sólo coincidían en una minoría de seres afortunados: unos padres generosos, unos elevados medios económicos y un clima social progresista: el de aquel Cádiz del diecinueve.
A juicio de Rosa Regás, Victoria Martín de Campo constituye una llamada perentoria para que luchemos descaradamente contra esas inhumanas convenciones que nos encadenan -más a unas que a otros-, y contra esas atávicas convicciones según las cuales la fuente de la felicidad de la mujer es la sumisión al hombre. Hemos de reconocer que, a pesar de los innegables avances que, a fuerza de denodadas porfías, se están produciendo, aún queda un dilatado trecho por recorrer para alcanzar una sociedad más igualitaria y más equilibrada, más abierta y más colaboradora.
En mi opinión, la única forma de deshacer los estereotipos machistas y de propiciar el clima social que facilite el progreso en el camino empinado hacia la igualdad, hacia unas relaciones más equitativas, hacia la revolución incruenta, profunda y silenciosa del crecimiento individual y de las relaciones humanas es trabajar con el fin de elevar la cultural y avanzar en una educación apoyada en los cimientos de una ética y de una estética que, además de la razón, cultive la imaginación y las emociones.
Me atrevo, incluso, a proponer un modelo de educación que nos estimule permanentemente a preguntarnos sobre nosotros mismos, a cuestionarnos nuestra forma de vivir, a interpelarnos sobre nuestras categorías de valores: que, frente a los diferentes dogmatismos religiosos, políticos, filosóficos y estéticos, nos haga dudar de nuestras convicciones. ¿Quién soy yo? ¿Quién es el otro? Una formación que nos distancie y nos acerque a nosotros mismos y a los demás. A lo mejor la contemplación de las obras artísticas nos sirve también para ver con otros ojos, para interpretar con otras claves y para reconstruir con otros materiales la realidad. Es posible que la función principal del arte consista en transformar el mundo descubriendo el valor profundo, la nobleza íntima y la belleza esencial de cada cosa.

Residencia de Mayores"José Matía Calvo"


Residencia de Mayores “José Matía Calvo”
José Antonio Hernández Guerrero

“Me llamo Adelaida de Negrete, soy de Jerez y estoy contenta porque me siento a gusto aquí y porque, dentro de un rato, vendrán mis hijos a visitarme. ¡Quién me iba a mí a decir -enfatiza- que estaría en un hotel tan confortable como éste, aquí al lado de la Caleta”! Estas fueron las palabras que, sin que le hubiera preguntado, me dirigió esta señora que, entrada en años, ofrecía un aspecto saludable y, sobre todo, unas irresistibles ganas de vivir y de disfrutar de un “clima tan agradable como éste, y de una compañía de gente tan cariñosa”.
Muy cerca de esta tertulia de seis señoras, estaba situada otra de caballeros de los que sólo pude escuchar un ¡ole! que uno de ellos de pelo ensortijado fue incapaz de reprimir cuando escuchó tararear a un enfermera ese cante que empieza “dime por qué tienes carita de pena”. Tras esta visita he llegado a la conclusión de que el paso imparable del tiempo nos enseña a leer la vida con nuevos ojos y a comprobar cómo, simplemente, respirar con libertad puede ser el logro de un ansia suprema y el disfrute de un placer intenso.
Créanme si les confieso que, si me llamó la atención la luz, la limpieza e, incluso, el confort de todas las instalaciones, en especial del jardín, del hall, del patio interior, de los salones, de la sala de televisión, del comedor, de las habitaciones, de la enfermería, del solárium, del gimnasio, de la peluquería, de la sala de visita, del baño geriátrico, de la biblioteca, de las salas de estar y del salón de actos, mucho más me sorprendió esa atmósfera cálida creada por ese puñado de profesionales cualificados que se esfuerzan por transmitir su convicción de que la ancianidad es -puede ser- la época en la que recogemos los frutos maduros y saboreamos los jugos nutritivos de las experiencias más gratificantes de nuestra existencia.
Guiado por la directora, María del Mar Valverde, he comprobado, por ejemplo, cómo la psicóloga dirigía unos ejercicios de estimulación cognitiva, o cómo el fisioterapeuta ocupacional ayudaba a resolver algunos de esos problemas que, a cierta edad, dificultan los movimientos y las actividades de la vida diaria. Me he fijado, con especial atención, en las expresiones serenas de unos ancianos que, situados en la cumbre de sus vidas y con diferentes grados de dependencias, se esfuerzan por desplegar todas las capacidades físicas y mentales para seguir creciendo y para interpretar, comprender, valorar, disfrutar y vivir plenamente en el mundo actual. Y es que, como me decía una señora de muy buen ver, “nosotros aquí nos divertimos, jugamos, vamos de visita y de excursión, organizamos fiestas y hasta una caballada con los vecinos del barrio del Barrio Balón”.
En mi opinión, el esfuerzo económico y humano que desarrolla la Diputación Provincial y, en concreto, las actividades que lleva a cabo la Diputada de Igualdad, Margarida Ledo Coelho, constituyen unos testimonios elocuentes del compromiso que las instituciones públicas han adquirido de atender a los ciudadanos que, debido a las limitaciones físicas y funcionales de la edad e, incluso, al aumento de vulnerabilidad en este tramo final de la vida humana, necesitan una ayuda complementaria y especializada con el fin de que, en la medida de lo posible, se aligere o se retrase el proceso de inevitable degradación biológica y mental, y para que logren que esta etapa de nuestras vidas sea, incluso, más fructífera y más placentera que las anteriores. Como me decía al despedirme Loli García Carrillo, la eficiente trabajadora social, “no podemos olvidarnos de que, si tenemos la suerte de sobrevivir, todos vamos a necesitar de estas ayudas”.





Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez
José Antonio Hernández Guerrero

La importancia literaria –vital- del tema y la calidad científica –humana- de los conferenciantes determinaron que, entre los diversos actos culturales que se celebraban el mismo día y a la misma hora, me decidiera por el que tendría lugar en la sede de la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía como homenaje a Juan Ramón Jiménez, al cumplirse el cincuenta aniversario de su fallecimiento. Como todos sabemos, la obra del poeta universal de Moguer, no sólo impulsó un cambio sustancial en la literatura española e inauguró la modernidad poética, sino que, además, mostró esa capacidad del lenguaje humano para, hacer visible lo invisible, para decir lo indecible y para traducir la realidad material convirtiéndola en sustancia del espíritu de los seres de la naturaleza y, sobre todo, en los contenidos de la “conciencia” del cantor: del poeta que escribe y del poeta que lee.
Ana Sofía Pérez-Bustamante -precisa, rigurosa y documentada- dibujó el luminoso y anchuroso horizonte literario en el que sigue brillando Juan Ramón, ese astro que orienta y alienta a las diferentes oleadas de creadores actuales. Sus apuntes certeros nos sirvieron para calibrar el significado de esta reunión que, abierta a todos los públicos, sólo podía ser disfrutada por esa “gran minoría” -escasa pero suficiente- de degustadores de exquisitos aromas.
Javier Blasco –“el especialista” de Juan Ramón Jiménez- nos explicó cómo los ritmos melodiosos de sus versos transforman las palabras en música porque, gracias a la luz de su aguda y penetrante mirada, los mares y los ríos, los montes y los prados, los astros y las estrellas, los pájaros y los niños entonan brillantes cantos que, imponiéndose, invadiéndonos y poseyéndonos, descubren los latidos más íntimos de nuestras conciencias.
Pilar Paz Pasamar, revestida con aquella “inocencia juvenil” con la que, alborozada, releía los estimulantes juicios que sobre sus poemas le dirigía Juan Ramón, desmontó uno a uno los reiterados e infundados tópicos que sobre el poeta se siguen repitiendo con frívola insistencia: el panteísmo, el menosprecio a su mujer, Zenobia, y su esquizoide aislamiento sólo son construcciones simplistas elaboradas por críticos superficiales.
Con los perspicaces análisis de estos tres maestros de la palabra hemos comprobado cómo, efectivamente, la poesía -la forma suprema de expresión humana y el instrumento más potente de creación estética- nos proporciona una visión, una audición y una interpretación trascendente de la realidad, y cómo su función principal consiste en transformar el mundo descubriendo el valor profundo, la nobleza íntima y la belleza esencial de cada cosa. El Poeta -con mayúsculas- es ese ser privilegiado, profeta e iluminado, que dota de sentido a los objetos y que extrae significados de los movimientos; es el vidente que proporciona existencia a las ideas, vida a las imágenes, alma a los cuerpos y espíritu a la materia.
La Poesía es la facultad omnipotente de transformar las palabras en música, en escultura, en arquitectura y en pintura: nos sirve para acercarnos y para alejarnos de la realidad, para penetrar en nuestro interior y para contemplarnos desde fuera. Nos hace pensar y reflexionar, sentir y emocionarnos, disfrutar y sufrir, llorar y reír, y, en cierta medida, nos puede ayudar para que humanicemos nuestras relaciones, aunque a veces la usemos para deshumanizar la sociedad. La literatura es esa llave que nos sirve para comprender las realidades misteriosas a partir de realidades cotidianas.