sábado, 5 de julio de 2008

El Nuevo Madrugador


El Nuevo Madrugador
José Antonio Hernández Guerrero

En esta ocasión, he cambiado la dirección y el destino del paseo semanal que realizo desde el Puente. Me he dirigido al Nuevo Madrugador, un complejo residencial, educativo y laboral, en el que se reúne un nutrido grupo de ciudadanos que, provenientes de diferentes ámbitos sociales y empujados por distintas convicciones, reflexionan, dialogan, aprenden y trabajan teniendo como meta común el crecimiento personal y la construcción de una sociedad más justa, más fraterna y más solidaria.
Enclavado en el kilómetro uno del Portal -en el término de El Puerto de Santa María- en unas instalaciones cedidas por la Diputación Provincial, con las ayudas que proporciona la Delegación Provincial de Instituciones Penitenciarias y con la colaboración de técnicos y de voluntarios de diferentes especialidades profesionales, este Nuevo Madrugador ofrece, además de un lugar de encuentros, varios programas reglados de Formación Profesional Obrera como, por ejemplo, carpintería y albañilería o el taller de impermeabilización, y cursos no reglados como los de jardinería o de mantenimiento general.
Si es cierto que me ha llamado la atención la belleza del paraje rural en el que se enmarcan sus limpias, amplias y acogedoras instalaciones, más me han sorprendido las actitudes de sus residentes y las expresiones de los profesionales que allí invierten su tiempo, sus saberes y sus esfuerzos. Es posible que el denominador común de los que aprenden y de los que enseñan sea la profunda convicción de que todos salen ganando: los que aprenden un oficio, los que son recuperados para la inserción social y laboral, los que viven internos y los que pasan unas horas en el centro de día, los que se reúnen durante algún fin de semana para elaborar planes de acción solidaria y, sobre todo, los que inicialmente se acercaban dispuestos a ayudar y descubren que ellos son los más beneficiados.
He llegado a varias conclusiones: la primera que, en los métodos de enseñanza, en los procedimientos represivos y en las vías de reinserción, existen fórmulas alternativas más eficaces que algunas de las más frecuentes; la segunda, que los mayores beneficiarios de estos servicios son, precisamente, quienes los ofrecen de una forma gratuita; la tercera, que la eficacia de estas tareas depende, en gran medida, de la discreción con la que las desarrollan.
Ésta es la razón por la que, en esta ocasión, no proporciono los nombres y apellidos de quienes allí trabajan, aprenden y disfrutan: de esos conciudadanos que, generosamente, ofrecen sus servicios para ayudar a paliar algunos de los problemas más acuciantes de nuestra sociedad actual. En aquel recinto -un taller de reparaciones- se rehabilitan los jóvenes que, víctimas de los excesos y de los defectos de nuestra sociedad consumista, desequilibrada y hedonista, debido a una opción errónea, han sufrido alguna avería pero están dispuestos a seguir funcionando.
Estoy convencido de que ésta es la fórmula más razonable y más eficaz para explicar los valores humanos y que éstos son los patrones que hemos de seguir para abrir surcos por los que discurran las mejores virtudes de los seres humanos, los valores que nos definen como personas y comos seres sociales titulares de derechos y de libertades fundamentales. Ésta es, a mi juicio, la mejor manera de fomentar la paz, la justicia, el progreso y la convivencia. Más que discursos bellos y más que normas legales, necesitamos modelos de personas normales que, con sus comportamientos coherentes, cuestionen nuestros irracionales e insolidarios hábitos de vida.

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