sábado, 5 de julio de 2008

Cádiz Arte 08 Contemporáneo




José Antonio Hernández Guerrero

“Es posible que los ocultos designios de los hados o una prodigiosa confluencia de los astros sean los culpables de una velada tan maravillosa como la que aquí estamos disfrutando. La belleza de este incomparable marco, el suave cambio de luces de este crepúsculo, la delicadeza y la transparencia de esta música de jazz constituyen, sin duda alguna, la atmósfera más adecuada para recrearnos con las mejores creaciones de nuestros artistas actuales”. Estas palabras de la galerista Carmen Carmona, comisaria de la exposición Andalucía, galerías y artistas, definen, a mi juicio, la grata impresión que los demás asistentes experimentamos en la inauguración de esta iniciativa conjunta del Ayuntamiento de Cádiz, de la Consejería de Cultura, de la Obra Social de Cajasol en el Castillo de Santa Catalina.
Esta reunión de obras de galerías gaditanas, a las que se han sumado las principales salas de las demás provincias andaluzas, ha demostrado el creciente interés que el arte contemporáneo despierta en nuestra Ciudad y, en consecuencia, nos ha convencido de la necesidad de contar con un centro permanente de exposiciones de arte contemporáneo.
Además de contemplar el amplio panorama de las creaciones de unos artistas tan reconocidos como, por ejemplo, Chema Cobo, Fernando Baños, Javier Flores, Pedro Fernández Pujol, María Cañas, Judas Arrieta, Paco Lora, Inmaculada Salinas, Jesús Micó, y al mismo tiempo que advertía cómo esas obras, sin afán representativo, filtraban la realidad a través de la subjetividad de sus creadores, he prestado especial atención a los jugosos comentarios que hacían los visitantes, una minoría, quizás tan amplia como la de la poesía.
Si unos admiraban la sencillez de unas líneas elementales, libres y liberadoras, otros, por el contrario, se extasiaban ante la complejidad casi orgánica de las composiciones graficas. En un nutrido grupo de jóvenes se comentaba las ocurrencias aparentemente casuales de unos apuntes instantáneos, mientras que, junto a ellos, unas señoras señalaban de forma visible las variaciones rigurosas de unos dibujos que algunas interpretaban como “eclosión de garabatos”. No hay duda, sin embargo, de que estos esbozos, además de estimulantes generadores de sensaciones, de sentimientos y de ideas, constituyen las mejores demostraciones de la rica realidad íntima de los artistas y, quizás, las revelaciones de las secretas emociones que despertaban en algunos de los visitantes.
En esta amplia muestra hemos podido comprobar la calidad y la coherencia de las diferentes propuestas cuyo denominador común es, a mi juicio, la fecunda exploración de las diversas sendas por las que se puede llegar a una síntesis entre los múltiples lenguajes artísticos, entre el dibujo, la fotografía, la pintura, la escultura e, incluso, la literatura.
En mi opinión, este amplio panorama nos explica y nos ilustra unos conceptos que, aunque los manuales los definen teóricamente, si pretendemos interpretarlos y valorarlos adecuadamente necesitamos comprobarlos mediante la contemplación atenta de unos ejemplos tan persuasivos como los que aquí están expuestos. En este recinto mágico hemos averiguado la hibridación, el eclecticismo, la mixtificación y la mezcolanza de unos trazos que tanto tiene que ver con los cambios los sociológicos, políticos, económicos y culturales que experimentamos en el tiempo actual.

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