sábado, 5 de julio de 2008

Museo Municipal de las Cortes de Cádiz


Museo Municipal de las Cortes de Cádiz
José Antonio Hernández Guerrero

Si pretendemos apreciar la belleza de la configuración urbanística de Cádiz de un solo golpe de vista, es aconsejable que, tras la Cámara Oscura, visitemos el Museo de las Cortes, un recinto cálido y sorprendente que guarda una reliquia que, a juicio de su director, el arqueólogo Juan Ramón Ramírez Delgado, es la joya más caracterizadora de nuestra ciudad. Allí se conserva, se cuida y se exhibe la “Maqueta”, ese gran plano en relieve de nuestra Ciudad que, en tres dimensiones, refleja el estado en el que se encontraba intramuros a comienzos del último cuarto del siglo XVIII.
Es cierto que también podemos presumir de otros tesoros importantes de nuestro patrimonio artístico y cultural como, por ejemplo, el de la pareja de sarcófagos antropoides, el de la colección de zurbaranes del Museo Provincial, el de los frescos de Goya en la Santa Cueva o el del Greco del Hospital de Mujeres, pero ninguno de ellos exhibe la condición de piezas únicas. Los especialistas coinciden en que la “Maqueta” es una obra excepcional por sus dimensiones, por la profusión de detalles y por la calidad de los materiales con los que está construida.
Recordemos que esta obra, realizada a instancias de Carlos III por un amplio equipo de artesanos, dirigido por el ingeniero militar Alfonso Ximénez (entre julio de 1777 y marzo de 1779), está elaborada con maderas de caoba, de cedro, de ébano, de haya y de pino, con incrustaciones de fragmentos de marfil, de hueso, y que, incluso, algunos de sus detalles son de plata. A nuestro juicio, pasear la mirada por ese conjunto tan preciso, y compararlo con el estado actual de la Ciudad constituyen unos juegos deliciosos que estimulan muchos recuerdos vividos y, quizás, algunos episodios soñados.
Pero es que, además, también podemos disfrutar contemplando múltiples “cacharros”, esos objetos que están intensamente impregnados de evocaciones históricas y de connotaciones relacionadas con los episodios más relevantes que protagonizaron nuestros antepasados como, por ejemplo, una panoplia de armas blancas utilizadas en la Guerra de la Independencia Española, una bandera borbónica o la urna electoral decorada con motivos ornamentales de la Constitución de 1837.
Tras la cordial recepción de José Luis Pájaro, ambientada con esos entrañables recuerdos de su padre -el abuelo de la “Maqueta”-, y gracias a las minuciosas explicaciones del director, nos han sorprendido el óleo que rememora la visita de Julio César al Templo de Hércules Gaditano, de Federico Godoy, el que representa la plaza de San Juan de Dios durante el asalto de 1596, la vista panorámica de Cádiz en el siglo XVII, las dos escenas de la Guerra de la Sucesión y esa talla escultórica de la Virgen del Rosario que, en realidad, es un mascarón de popa de un navío de la Edad Moderna, regalo de Juan Valdés en 1753 al Convento de Santa María. Allí podemos conocer también los rostros de algunos personajes que ha dado nombres a nuestras calles como, por ejemplo, Hércules, Carlos III, Rafael Menacho, José Celestino Mutis, José Vargas Ponce, “Mendizábal”, Beato Diego José de Cádiz, Conde O´Reilly o Rosario Cepeda,
Es posible que las sensaciones tan gratas y el interés inmediato que despierta este museo estén determinados, en gran medida, por sus reducidas dimensiones que evitan la saturación y el cansancio, y, sobre todo, por la esmerada selección de unas obras que, con independencia de sus valores intrínsecos y quizás debido a la proximidad temporal y espacial, poseen significados fácilmente descifrables por los visitantes aunque no seamos especialistas.

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