martes, 1 de julio de 2008

Imágenes transidas de compasión


Imágenes transidas de compasión
José Antonio Hernández Guerrero

La exposición de una selección de 140 fotos de Kiki, en el Claustro de la Diputación de Cádiz y el catálogo editado por la Fundación Provincial de Cultura constituyen una patente prueba de que las buenas fotografías, más que espacios, captan tiempos y, más que tiempos, descubren los latidos íntimos de la vida humana, tanto de la individual como de la colectiva. Son unos documentos históricos que, además de información, nos proporcionan una inagotable fuente de sensaciones placenteras, de contradictorias emociones e, incluso, de sorprendentes pensamientos.
Estas instantáneas, espigadas entre más de un millón de ilustraciones publicadas en el Diario de Cádiz, ponen de manifiesto, no sólo el dominio técnico de un profesional, sino también la sensibilidad social de Joaquín Hernández Conde y, sobre todo, su habilidad y su delicadeza estética para atinar con esos momentos tan preñados de resonancias personales y colectivas.
La vista a la exposición -me confiesa Carmen- me ha servido para acercarme y para alejarme de la realidad gaditana, para penetrar en su interior y para contemplarla desde fuera. Me ha hecho pensar y reflexionar, sentir y emocionarme, disfrutar y sufrir, llorar y reír. Estoy convencida de que, en cierta medida, este tipo de manifestaciones artísticas nos puede ayudar, incluso, para que humanicemos nuestras relaciones y para que todos nos decidamos a colaborar de una manera más activa en el progreso cultural y social de nuestra Ciudad.
A través de esta exposición antológica, hemos comprobado cómo la fotografía es un lenguaje sensorial que nos habla con los sentidos -con los cinco sentidos del fotógrafo- para estimular los sentidos -los cinco sentidos de los visitantes-. No tenemos la menor duda de que Kiki, además de fotógrafo, es un poeta, un músico, un pintor y un escultor: un artista que, para excitar nuestros sentimientos y para estimular nuestra reflexión, nos ha hablado a los ojos, a los oídos, al gusto y al olfato.
Gracias a Joaquín, a sus ojos limpios y a su espíritu generoso, hemos disfrutado repasando trozos de nuestro Cádiz y recordando episodios de nuestras propias vidas. Nos hemos vuelto a reír con el ángel de Macarty, hemos paladeado las soleares de Chano Lobato y las seguiriyas de Camarón de la Isla, hemos contemplado el saludo cordial de José María Pemán y Rafael Alberti, hemos escuchado los mítines de Felipe González y de Alfonso Perales, y hemos tarareado, con cierta nostalgia, los tangos de los Dedócratas.
Estas imágenes que, transidas de compasión, de ternura y de generosidad, sirvieron para ilustrar las noticias del Diario de Cádiz, en la actualidad y en el futuro nos servirán a muchos para que reconozcamos -en el doble sentido de esta palabra- a unos conciudadanos nuestros que, gracias al tino, al acierto y al talento de Kiki, formarán parte imborrable de nuestra intrahistoria, de esa trama que nos ha ido uniendo y reuniendo a los compases de ilusiones y, también, de frustraciones. Este incesante vaivén de luces y de sombras, pone de manifiesto, además de la capacidad creativa de un artista, las huellas de los latidos de esta Ciudad, a través de muchos de los episodios que ha vivido durante una parte de la segunda mitad del complejo siglo XX y, sobre todo, con la contemplación de los rostros de aquellos personajes que, aupados por la notoriedad, los consideramos como triunfadores y los de aquellos otros que, a pesar de sus esfuerzos, no lo fueron tanto.



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