sábado, 5 de julio de 2008

La Sagrada Familia de Rubens


La Sagrada Familia de Rubens
José Antonio Hernández Guerrero

La mayoría de los escritores que, invitados la por Asociación Qultura, han intervenido en el Ciclo Voces en el Museo, nos han estimulado para que, remontándonos libremente a las alturas del cielo limpio de la imaginación, creáramos episodios originales a partir de la contemplación de las obras que ellos nos explicaban. Sus estimulantes apuntes han sido amables llamamientos para que nos defendiéramos de los ataques permanentes de la vulgaridad estética de la sociedad y de la brutalidad política de los poderosos: para que nos protegiéramos de la ordinariez ambiental y de la crueldad institucional. Gracias a sus enjundiosos comentarios, hemos podido comprobar cómo las obras artísticas, cuando son interpretadas por los que poetas, se llenan de sentidos trascendentes y transmiten reconfortantes mensajes.
En esta ocasión, José María García López -profesor, investigador, traductor, articulista, novelista y poeta- con su palabra limpia y con su mirada sutil, ha penetrado en el fondo de los personajes de este pequeño cuadro pintado sobre cobre, que forma parte del legado del Almirante Lozano (1872), y nos ha invitado para que escucháramos los ecos que resuenan en la intimidad de nuestras propias conciencias. Sintonizando con la concepción cultural de este grupo de entusiastas gaditanos –alejada tanto de la KontraKultura como de la Cultura oficialista- y captando las vibraciones del público visitante, este escritor, “un humanista conocedor del espíritu humano”, como lo ha definido su presentador, el profesor de nuestra Universidad, José Jurado, ha profundizado en ese “espectro subterráneo que crea el arte” y que constituye el alimento que nutre nuestras fibras más humanas.
Conducidos por su habilidad narrativa y por su agudeza poética, hemos descubierto las claves biográficas que explican la pintura de Peter Paul Rubens (1577-1640), un alemán, considerado como uno de los pintores más destacados de la escuela flamenca y como el representante más genuino del estilo barroco. Hemos tratado de respondernos a las preguntas que José María hacía –nos hacía- sobre lo que ocurría en el interior de aquella casa popular que, en el fondo lejano, aparece cerrada. ¿Cuál es el sexo y la edad del ángel que, interrumpiendo el acto de amamantar, ofrece uvas blancas y negras al Niño? ¿Cómo se comportaba durante su niñez ese Niño Jesús, que dirige su mirada a pintor? ¿Qué piensa María, que tan parecida es a Elena Fourment, la segunda esposa del pintor? ¿Era consciente Rubens de esa la perplejidad en la que está sumido San José, quien, con la mirada perdida y la mano en el pecho, no llega a comprender el misterio en el que se ha visto implicado?
Esta conferencia nos ha demostrado que la “lectura literaria” de las obras pictóricas descubren los vínculos que unen el arte con las vidas de nosotros, los espectadores. Aunque no caemos en la ingenuidad de afirmar que los valores estéticos por sí solos humanizan, sí nos atrevemos a aventurar que las creaciones artísticas enriquecen el gusto, concentran la sustancia humana, ayudan para que, cultivando la sensibilidad, las ideas nobles y los sentimientos sutiles, se amortigüen los golpes de las acechanzas de la vulgaridad y las brusquedades de las ambiciones y de las crueldades personales e institucionales.
Los escritores, efectivamente, nos enseñan a mirar para descubrir la sustancia de las cosas, para traspasar los límites sensibles a los sucesos, para desnudar de disfraces y de caretas a las personas, para penetrar en el fondo oculto de la mente, para apropiarnos de las esencias de los objetos, para construir y reconstruir mundos. Las obras de arte, transmiten –querido José María- mucho más de lo que pretenden sus creadores.

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